La mayoría ve el perdón como un momento incómodo que suelen evitar o un peso muy difícil de llevar. Se convierte rápidamente en una situación que nos altera la calma, nos aleja de la tranquilidad y genera mucho dolor, lo que nos lleva a perdonar apresuradamente sin haber logrado sanar del todo o simplemente a ir acumulando rencores innecesarios.
Me pareció interesante poner esa palabra sobre la mesa y buscarle un poco de orden y sentido, para que, cuando nos llegue la hora de perdonar, logremos poner manos a la obra y crecer.
El perdonar comienza al recibir de manera inesperada ese sacudón, decepción o algún acontecimiento que nos genere dolor. Justo en este momento no nos queda más que vivir el presente y entender, a manera de espectador, lo que nos está ocurriendo.
Al saber qué nos hizo sentir dolor, toca aceptar la situación. Comprender que quizás se escapaba de nuestras manos, y si algo podíamos haber hecho, ya es tarde. Tenía que ser así y está bien, no debemos juzgar y mucho menos juzgarnos.
Antes de actuar debemos entender que el verbo perdonar debe ser usado en primera persona y en gerundio: estoy perdonando. Es una acción que podemos realizar solo nosotros y en un tiempo prudente. Es errado pretender perdonar únicamente si se recibe aquella disculpa esperada, si cambia de actitud la otra persona involucrada u ocurre un acontecimiento que nos haga sentir felices nuevamente. No debe depender de acciones de terceros o circunstancias futuras.
Una vez que entendemos que el acto de perdonar solo depende de nosotros, ¿cómo perdonamos?
Existen herramientas poderosas que nos ayudarán a entender que estamos viviendo ese proceso de sanación, y volver a sentir en paz con nosotros mismos:
- Reencuentra tu calma
Disminuir los niveles altos de pulsación generados por la excitación a lo expuesto ayudará muchísimo a que logres escuchar tu yo interior, tu voz de la razón; esa que mucho dejamos a un lado cuando tenemos sensación de rabia y molestia. Para ello puedes acudir a tu respiración. Inhala lentamente, y mientras tomas el aire cuenta mentalmente hasta cinco, retén el aire contando hasta tres y exhala lentamente contando hasta cinco.
- Reconecta con las sensaciones bonitas
Trae a tu mente cualquier sentimiento o recuerdo agradable, así ya no exista actualmente. Esos sentimientos hacia ese alguien o situación lograrán inundar tu mente de sensaciones amorosas, minimizando el espacio de rabia y dolor.
- Suelta todo lo que puedas sentir
Explícale al mundo, en la soledad de tu cuarto o en un cuaderno de apuntes, todo aquello que te genera dolor o rabia, para luego solo recostarte y sentirte liberado de haber dejado todo dicho, sin nada más en tu cabeza.
- Toma unos días para alejarte de todo
Tomar distancia de aquella situación o persona te hará ver las circunstancias con otra perspectiva. Considera un tiempo prudencial que te haga sentir cómodo, y poco a poco podrás dar la bienvenida nuevamente a tu paz interior, a tu tranquilidad emocional.
- Busca tu acción de felicidad
Realiza actividades que te generen felicidad, algún hobby en particular o aventúrate en algo que siempre habías querido hacer y no te habías atrevido.
Ahora, solo ¡sonríe!
Pongamos a prueba nuestros sentimientos, recordemos todo aquello que en un principio nos generó dolor, y descubramos la tranquilidad que podemos vivir ahora: la paz, el amor y una hermosa sonrisa en nuestra cara. Lo logramos, hemos perdonado.
No sé si esa tercera persona se disculpó o habrá cambiado su actitud. No sé si el problema se resolvió. De lo que sí podemos estar seguros es de que aprendimos a crecer, a sanar de adentro hacia fuera. A ir reconectándonos con la paz, con el yo interior.
Sigue viviendo, perdonando… será más fácil ahora que sabes que solo depende de ti.